Por Lionel Cia.- Columnista de Espectáculos.-
No hay rockeros en el top ten de la plataforma. Cuáles son las estrategias del rock para sobrevivir y no quedar como pieza de museo.
Bizarrap (Ramos Mejía, 1998) es el músico argentino del momento. Tiene éxito en todo el mundo gracias a hits con ritmo de hip hop que compone para estrellas de la música hispana, desde Residente y J Balvin hasta Nathy Peluso y Nicki Nicole.
Pero este año logró algo que espantaría a cualquier rockero argentino: salir en la tapa de la revista sobre finanzas más famosa, Forbes, como una de las mentes más brillantes de los negocios.
¿Se imaginan al Indio Solari, Fito Páez o Andrés Calamaro como cara de una publicación para empresarios? No hay chance.
El productor de gorra y gafas negras representa a una generación sub 25 de artistas llamados “urbanos” (su música mezcla rap, pop, electrónica y reggaetón), que sigue rompiendo prejuicios mientras el rock nacional se esfuerza por no quedar como pieza de museo.
¿Pero cómo ganarle a la nostalgia y renovarse cuando cada vez tiene menos figuras históricas en actividad? ¿Quiénes toman la posta hoy?
Puede que el género de antaño haya perdido popularidad, pero todavía perdura en algunos gestos simbólicos: darle el Gardel de Oro a un artista emergente como Wos, que hace rap con bases que recuerdan a bandas duras de los ‘90; que Bizarrap cierre el festival centennial por excelencia (Lollapalooza) con una versión de Jijiji de Los Redondos, o el hecho de que el rapero Duki haya elegido tocar en la cancha de Vélez porque ahí vio a uno de sus ídolos, Charly García.
No nos olvidemos que el máximo líder del trap local empezó su carrera con un tema llamado Rockstar. En eso buscaba convertirse él y todos sus colegas cuando recién irrumpían en la escena. Y, a su modo, lo lograron.
Los diez artistas argentinos más escuchados de este año en Spotify pertenecen al Trap. El top ten lo encabeza Bizarrap, con 36.800.684 de oyentes mensuales, y lo cierra LIT Killah, con 8.800.053.
Este último –con sólo 22 años de edad y 5 de carrera– suma un millón de escuchas más por mes que el primer exponente del rock, que no es otro que Soda Stereo (7.626.235). La grieta generacional no perdona.
El top ten de Spotify lo encabeza Bizarrap, con 36.800.684 de oyentes mensuales, y lo cierra LIT Killah, con 8.800.053. Este suma un millón de escuchas más por mes que el primer exponente del rock, que no es otro que Soda Stereo (7.626.235).
Colaborar o morir
Los nuevos artistas necesitan al viejo rock para legitimarse y darse credibilidad musical, en tanto el rock, a su vez, los adopta para actualizarse y no quedarse afuera.
Los cruces están a la vista: Andrés Ciro/L-Gante, Mollo/Wos, Iván Noble/Rusherking, Miranda!/Dillom y la lista sigue.
Tarde o temprano iba a suceder, era solo cuestión de tiempo para que esos dos planetas se alinearan: ninguno quiere caer en un Grandes valores del rock, aquella parodia que hizo Pity Álvarez con Intoxicados en el Pepsi Music 2007, y que a veces parece tan cercana.
Ni tampoco terminar en la caricatura, como cuando aparecía el Chino Ronconi en La Voz Argentina, un participante que cumplía con el combo de pelo largo, campera de cuero y moto.
Es decir, el estereotipo del metalero adaptado para toda la familia, en un canal donde todavía se lo ve al personaje cómico del Re-heavy, re-jodido.
Es como si el rock real terminara tan patéticamente como el rock de ficción del que se ríe (con cariño) Capusotto.
El truco de intercambiar audiencias para que las dos partes (artista nuevo/artista consagrado) salgan ganando será antiguo, pero está más vigente que nunca bajo el mote de “featuring” (abreviado como “feat” o “ft.”), que entendemos como “colaboración”.
Hoy la industria se piensa alrededor de estos duetos (a veces genuinos, otras veces forzados por una cuestión de mercado) y más cuando ya no se persigue el concepto de un álbum con 10 canciones, sino de un tema suelto, a la vez que debe explotar en las redes y plataformas sí o sí.
Bizarrap es un maestro de las redes: gracias a su última session con el rapero español Quevedo, logró posicionarse en el top 1 global de Spotify (¡la cima del mundo musical de hoy!) y la noticia se celebró como un triunfo nacional. Bizarrap es como el Messi de la música popular.
Bizarrap es un maestro de las redes: gracias a su última session con el rapero español Quevedo, logró posicionarse en el top 1 global de Spotify.
Salvados por Spotify
“Los artistas argentinos están en sintonía con lo que se escucha en todo el mundo, pero cuando fue furor el rock chabón de los ‘90 no lo estaba, y a eso agregale que hoy las radios ya no controlan lo que la gente escucha en cada país.
Con Spotify eso se cayó: ahora el que demanda es el público mismo y no el programador”, explica Fernando Moya, ex productor del staff de Daniel Grinbank, y actual presidente de Ozono Producciones y Agencia Picante, la cual trabaja con Wos, Acru y Melanie Williams.
“Hoy las radios ya no controlan lo que la gente escucha en cada país. Con Spotify eso se cayó: ahora el que demanda es el público mismo y no el programador”,
Si ya no se venden discos, ¿de dónde vienen las ganacias? “Hoy las principales fuentes de dinero son Spotify y You Tube, y después entra de los shows en vivo. Por eso, si las reproducciones son altas, se vuelven el ingreso mayor.
Paga mejor You Tube, pero tenés menos reproducciones que en Spotify”, sigue Moya.
“En los primeros años del 2000, las discográficas estaban perdidas en la neblina frente a la piratería de Internet. Se fundieron varias, se fusionaron otras… Hasta que apareció Spotify y los salvó.
Las discográficas ahora tienen mucho dinero de nuevo, como en la época del CD.
Se encontraron un montón de guita con lo que ya tenían grabado y están invirtiendo en nuevos artistas. Después, lo que hay que afinar es quiénes son los mejores, los más creativos y demás”, dice el productor.
La vidriera del Gardel
Pasaron solo cuatro años desde que Duki se subió a cantar en la entrega de los premios Gardel 2018, como nuevo exponente de una música joven, hasta que un rapero de su misma generación (Wos) se llevó el galardón de oro en agosto pasado, aceptado como una figura ya consagrada masivamente.
En aquel bautismo tan comentado de Duki, Charly García dijo aquello de “Hay que prohibir el autotune (por el instrumento vocal que más se usa en el trap)”.
Pero el mandato del rockero-prócer no se cumplió, y hoy la escena urbana ya tiene una segunda camada exitosa, con figuras como Emilia Mernes, Tiago PZK, Rusherking y Lara 91K, mientras la primera (la de Duki) sigue en ascenso, ahora debutando en estadios de fútbol, después de superar la barrera del Luna Park, los teatros y los megafestivales. Todos compitieron en los últimos Gardel.
“Los Gardel tienen un gran valor dentro de la industria musical, tanto para los artistas consagrados como para las nuevas generaciones. Esto fue evidente en la última gala: se entregó a Wos el Gardel de Oro más joven de la historia y muchas nuevas voces legitimaron el premio”, explica Diego Zapico, presidente de CAPIF (Cámara Argentina de Productores de Fonogramas y Videogramas), que organiza el evento desde 1999.
“Los Premios son un incentivo, una vidriera local y regional (la última edición se transmitió en 17 países por Star+), una gran oportunidad para mostrarse”, cierra Zapico.
De las 24 entregas hasta el momento, hubo 15 que se llevaron el oro históricos del rock como Charly García, Fito Páez, Luis Alberto Spinetta y Gustavo Cerati.
Recién en 2019 se rompió esa hegemonía, de género y edad, cuando se consagró Marilina Bertoldi. Entre ella y Mercedes Sosa, la única mujer que lo había ganado antes, pasaron 19 años.
El turno de las mujeres
Marilina es la abanderada del feminismo en el rock argentino. Lo más interesante de los últimos años salió de su militancia y la de colegas suyas, como Barbi Recanati, Paula Maffia, Lucy Patané, Zoe Gotusso, Feli Colina y Paula Trama. Ellas movieron realmente el avispero.
Hasta la historiografía del rock cambió: si antes las mujeres protagonizaban libros apenas como musas inspiradoras, ahora tienen sus memorias propias (María Rosa Yorio, Gabriela), manuales que las reivindican (Mostras del rock, de Barbi Recanati) y hasta se dictan cursos sobre sus carreras (por Romina Zanellato, autora de Brilla la luz para ellas).
Bandalos Chinos tiene cierta elegancia y suavidad a lo Virus (su versión del hit Luna de miel en la mano les calzó perfecto) y su sonido remite a los dorados años ‘80, apostando al formato tradicional de canción pop.
Algo que también le da buenos resultados a colegas como Conociendo Rusia, comandado por Mateo Sujatovich –hijo del histórico tecladista de Spinetta Jade–, quien se pasea cómodamente entre influencias de Páez y Calamaro (incluso tiene un feat con Fito, que lo apadrinó).
En la misma línea, entre el pop y la electrónica, también podríamos situar a Juan Ingaramo, 1915, Francisca y los Exploradores, El Zar, y Silvestre y La Naranja.
La vigencia de los ‘80 también se refleja en el top de Spotify, siendo Soda Stereo la banda argentina más escuchada a nivel global. El retorno de Los Abuelos de la Nada (con una formación incompleta) también marca un retro de época.
Recordemos que el rock se volvió la música hegemónica en la Argentina con la guerra de Malvinas y la democracia, ganando en masividad con los años por sobre el tango y el folclore.
Por el lado de los ‘90, hay otro retro. Ca7riel y Paco Amoroso se asemejan a Illya Kuryaki, Eruca Sativa tiene sus raíces en el grunge y Marilina Bertoldi rompe guitarras a lo Kurt Cobain (como en su último Luna Park) y rescata a la Shakira visceral de ¿Dónde están los ladrones? (1998).
No hay grandes reinvenciones en cuanto a lo musical, más bien se trata de seguir una tradición, de mantener encendida la antorcha.
No hay grandes reinvenciones en cuanto a lo musical, más bien se trata de seguir una tradición, de mantener encendida la antorcha.
Los hijos del rock
Algunos continúan la herencia desde el linaje mismo, como Benito Cerati, Manu Martínez (hija de Andrés Ciro), Miranda Johansen y Nina Suárez Bléfari. Ya no pesa esa mirada acusadora que padecieron los hijos de una camada anterior de músicos célebres, casos Dante Spinetta, Migue García o Luciano Napolitano.
Hoy no se oculta la portación de apellido y hasta se toca sin pudor con sus padres, como Florián Fernández Capello y Astor Cianciarulo, que se transformaron en miembros estables de Los Fabulosos Cadillacs, bajo el ala de Vicentico y Flavio.
La nostalgia de los mayores
Como el rock no goza de un gran presente, se recuesta en lo que no tiene la moda musical de turno: historia, mito, épica.
Así proliferan las notas efemérides, los shows aniversarios de determinado disco emblemático, las series y documentales en las plataformas de streaming, y las biografías en librerías.
A veces da la sensación de que podría haber un aniversario sobre algo de los Beatles todos los días.
Calamaro, Lebón y Ciro reversionan sus grandes éxitos. Charly no toca más en vivo. Pity, de Intoxicados, sigue preso y el Indio Solari solo sale en sus shows por las pantallas.
Entonces, ¿Dónde está el rock hoy?
De la nueva generación, Wos y Trueno se muestran como los más comprometidos discursivamente. El resto de los colegas de su edad no opina de política.
Dentro de este apagón ideológico, Babasónicos titula Trinchera a su último disco, con una bandera argentina intervenida con un símbolo propio, y marca la cancha. Siendo una banda tan pop, es toda una declaración política que no expresan los más rockers.
Los Gardelitos llenan el estadio de Argentinos Juniors (el mismo que Wos, pero tras 27 años de carrera) con un afiche callejero que hermana al Che Guevara, Perón, Maradona y Olmedo.
Airbag toca el Himno Nacional en plan hard rock y es ovacionado, mientras que a Iorio se lo prohíben. La argentinidad al palo.
¿Serán ellos tres el último refugio del rock cuando ya no quede nada?