
Un pequeño buque de carga costera dibujaba su silueta en el muelle de la gobernación malvinense. El pabellón de la colonia inglesa flameaba en la superestructura hasta entrado el mes de abril de 1982, cuando fue reemplazado por la insignia celeste y blanca.
En 1982, el joven Teniente de Navío Rafael Molini fue destacado para asumir el mando del buque de carga costera “Forrest”, unidad de bandera inglesa que servía a los locales para el traspaso de mercadería y materiales entre las islas y estancias.
Formó parte de un grupo de tareas que prestaba servicio en el apostadero de Puerto Argentino junto al “Monsunen”, al “Penélope”, el “Yehuín”, al transporte ARA “Bahía Buen Suceso” y al buque logístico ARA “Isla de los Estados”.
Nadie imaginaba cómo un buque civil podía convertirse rápidamente en la Unidad bélica que logró defender posiciones, rescatar náufragos y patrullar más de 2000 millas durante dos meses. La respuesta: la pericia del marino argentino.
Con una tripulación de solo 16 hombres lograron poner en funcionamiento radares y sistemas de comunicación, además de trabajar sobre las condiciones de habitabilidad y navegabilidad. “Durante casi todo mayo estuve fuera de Puerto Argentino, momento en el que tuvimos que hacer malabarismos diurnos y nocturnos para evitar contacto con el enemigo, cumpliendo con las misiones asignadas. Teníamos armas no adecuadas para el combate, pero si los helicópteros se descuidaban, podíamos atacarlos”, relata Molini.
Para él, navegar en épocas de paz es muy distinto a hacerlo en tiempos de guerra, ya que “uno no mide ni controla mucho sus acciones ni sus rumbos, velocidades y momentos. Se siente la soledad del Comando y se tiene conciencia de la responsabilidad sobre lo que suceda”.
“Tuvimos un enfrentamiento con un Sea Linx inglés a principios de mayo y luego nos retiramos hacia el estrecho de San Carlos para mantenernos en vigilancia. Estando fondeados en Puerto Mitre, el Comandante de Regimiento del Ejército me invitó a recorrer las defensas de la posición” afirma.
Cuenta que luego de caminar por varias horas y de recorrer diferentes alturas, llegaron a un punto en donde se veía la formación del estrecho y el puerto que, según sus propias palabras, parecía un “fiordo”. Describe que el paisaje era imponente y que lo sorprendieron los colores y la naturaleza del lugar. Pero en ese embeleso que sus ojos veían, algo irrumpió intempestivamente: un buque rojo y blanco… su buque.
“No podía creer lo que veía. Llamé a los Tenientes y les dije que no podíamos seguir así, que éramos un ‘llamador’ para los enemigos. Probablemente nos veían desde 6 millas de distancia. Ellos me respondieron que me quedara tranquilo, que lo solucionarían y así fue. Cuando volví el buque era negro, habían mezclado todas las pinturas que encontraron y con escobas lo pintaron todo”.
Pocas horas después, el “Forrest” fue destacado para rescatar a los náufragos del “Narwal”, misión para la que se reforzó la atención sanitaria con dos médicos cordobeses del Ejército Argentino. En la oscuridad de la noche, la navegación se volvió tensa y el silencio se vio interrumpido por una radio uruguaya que se sintonizaba claramente a las 00hs.
(ruido de interferencia de radio) – “El buque ‘Forrest’ navega hacia el rescate de los náufragos del ‘Narwal’. La Unidad roja y blanca se encuentra comandada por la tripulación de la Armada Argentina”, informó el locutor.
En ese instante se quedó atónito. No habían dado parte sobre el cambio de color de la Unidad y podían ser atacados por fuego propio en cualquier instante. Estaban en un grave e inminente peligro.
“Tomé la radio y la encendí para transmitir, acción que en la guerra no es habitual ya que se intenta pasar desapercibido y evitar por cualquier medio que rastreen la ubicación. Informé sobre el nuevo aspecto del buque, pero 15 minutos después me respondieron ‘su último no interpretado’”, cuenta como si aún no lo creyera.
Quedó en shock y se retiró a su camarote un breve instante. “Era una situación muy particular; yo la vivía intensamente y mi tripulación no, porque los médicos en comisión contaban un chiste detrás de otro. Todos estallados en carcajadas y yo transpirando. Le dije a mi segundo: estoy temblando, siento que estamos en el límite con el enemigo, nos van a encajar un misilazo”.
El joven marino entró con ímpetu al Puente de Comando, tomó la radio y emitió un mensaje que quedó grabado en la memoria de los presentes: “Mi último, el buque que tenía puesta la camiseta de River, roja y blanca, ahora está totalmente de luto”.
La derrota en medio de la noche encontró su fin por condiciones climáticas, pero con la tranquilidad de saber que los náufragos habían sido rescatados por helicópteros británicos y trasladados al portaaviones HMS “Invencible”. La tensión comenzó a disminuir a medida que se acercó al Puerto y el Comandante recibió el amanecer como acostumbraba: con una taza de café con leche en el Puente de su, ahora, buque negro.
El “Forrest” mantuvo hasta el final del conflicto una activa navegación entre las caletas de las islas en misiones de patrullaje, apoyo logístico y transporte de tropas. El hoy Capitán de Navío VGM (RE) Rafael Gustavo Molini, recuerda con emotividad aquella mañana de mediados de junio cuando luego de la rendición debió entregar “su buque” a las autoridades inglesas.
“Improvisé una breve ceremonia de cambio de Comando en donde agradecí la cordialidad en el trato. Procedimos al cambio de insignias y le dije al comandante inglés que todo lo que estaba a bordo era apto para el consumo; que, así como ellos nos habían dejado todas las provisiones a principios de abril, les devolvíamos lo mismo y hasta más, ya que habíamos reparado varios sistemas que estaban averiados” narra el Capitán de Navío Molini y agrega que, con una sonrisa, les aclaró: “todo funciona, todo está operativo… y lo que no, es responsabilidad de sus helicópteros’”.