
Portrait of an Hispanic man in the US military, wearing camouflage clothing, sitting with his sons, 2, 8 and 13 years old, and wife outdoors.
El Gobierno lanzó el programa “Familia Militar”, con descuentos y beneficios para personal de Defensa y sus familias. La medida abre un debate necesario: ¿se trata de un verdadero reconocimiento o de una estrategia de fidelización política similar a las del peronismo y kirchnerismo?
El reciente anuncio del programa “Familia Militar” generó expectativa entre miles de uniformados, retirados y civiles del sistema de Defensa. La propuesta incluye beneficios en supermercados, farmacias, turismo, educación y servicios financieros, mediante convenios con empresas privadas. No implicará gasto directo del Estado, pero sí pretende articular a más de mil comercios para alcanzar a más de un millón de personas.
En la superficie, la iniciativa aparece como un gesto de reconocimiento hacia un sector históricamente postergado. Sin embargo, al mirar más de cerca surgen dudas que conviene plantear.
IOSFA: la deuda pendiente
El primer grupo beneficiado serán los afiliados a la obra social de las Fuerzas Armadas (IOSFA). Aquí se encuentra uno de los mayores puntos débiles: la crisis estructural de IOSFA no se resuelve con descuentos externos. Durante años, los afiliados sufrieron demoras en turnos, limitaciones en prestaciones y una cobertura en retroceso. Si no se aborda de raíz el financiamiento y la gestión de la obra social, el programa corre el riesgo de ser apenas un paliativo, más simbólico que efectivo.
Entre la novedad y la repetición de viejas prácticas
El oficialismo presenta este plan como una innovación, pero la mecánica recuerda a políticas del kirchnerismo y el peronismo: programas sectoriales de beneficios (como Ahora 12 o Precios Cuidados) que buscan aliviar el consumo mientras generan una relación de dependencia política con determinados grupos sociales.
En este caso, el destinatario es el universo militar y sus familias, un sector que durante años quedó fuera del radar de las políticas de reconocimiento. La jugada es clara: construir legitimidad y apoyo sobre la base de un beneficio concreto, aunque acotado en su alcance real.
Lo simbólico y lo estructural
Nadie puede negar el valor de un descuento en medicamentos, alimentos o educación en un contexto de inflación persistente. Pero la política pública no debería quedarse en el plano simbólico ni en la lógica de favores. El verdadero desafío es que este programa no sea sólo propaganda o un recurso electoral, sino que se traduzca en mejoras sostenibles, con transparencia y equidad territorial.
La clave está en que Familia Militar no se convierta en un nuevo capítulo de la política del parche. De lo contrario, será un eco más de las viejas costumbres: beneficios sectoriales que alivian un rato, pero que no resuelven los problemas de fondo.