
Imprevistamente, con muchos buenos años por vivir, lamentablemente nos dejó físicamente Richard. Pero queda su obra y estilo de servicio a la ciudad, a la sociedad rosaleña y a las personas que tuvimos el privilegio de conocerlo.
No voy a referirme a su desempeño como empresario local, ni como dirigente institucional, no conozco en detalle su trayectoria, simplemente me voy a referir al hombre que conocí como incansable y amable facilitador de acciones en servicio de la Institución a la que pertenecía, Rotary Club Punta Alta, desde la cual desplegaba una actividad caracterizada por su empatía con todos los proyectos sociales, ganas de servir al prójimo, de guiar y entender a las generaciones jóvenes y de ser el primero y siempre bien dispuesto colaborador y ejecutor de las tareas mas silenciosas y sacrificadas, tal vez las menos espléndidas, pero siempre las basales y fundamentales para concretar cada una de las iniciativas.
Siempre con entusiasmo, con respeto, con ganas, con trabajo antes, durante y después de cada emprendimiento o evento, lo hacia con la naturalidad de las personas hacedoras, sin pretender el protagonismo efímero.
Su presencia se nos ha ido, pero estoy seguro que su siembra de cordialidad y empuje ha crecido en muchos otros corazones que espero sepan emular su estilo y compromiso.
A su esposa y deudos, mis sinceras condolencias.
Luis Héctor Patoco