
En un país donde la carne asada forma parte de la identidad cultural, el consumo de carne vacuna cayó a su nivel más bajo en más de cien años, según datos recientes del Ministerio de Agricultura y el INDEC. El promedio anual per cápita ronda los 48 kilos, muy lejos de los más de 100 kilos que supo alcanzar en décadas pasadas.
Este fenómeno no solo refleja un cambio en los hábitos alimentarios, sino que también expone los efectos de la inflación, las políticas de control del sector y el aumento sostenido de precios.
Históricamente, la carne vacuna ha sido un emblema de la Argentina. Desde mediados del siglo XX, el país figuró entre los mayores productores y consumidores del mundo. Incluso en épocas de crisis políticas y económicas, el asado del domingo era casi una religión. Hoy, sin embargo, los números preocupan: cada argentino consume en promedio menos de dos kilogramos de carne por semana, lo que marca una distancia con la potencia ganadera que supo ser.
Factores que explican la caída
Especialistas del sector agropecuario y economistas coinciden en que el retroceso tiene múltiples causas:
- Inflación persistente: Con tasas superiores al 300% anual, el poder adquisitivo de los hogares se ha deteriorado gravemente. La carne, que antes era un alimento esencial, se ha transformado en un lujo esporádico para muchos.
- Controles y políticas intervencionistas: Las restricciones a la exportación y los controles de precios internos generaron distorsiones en el mercado. Estas medidas, pensadas para contener la suba de precios, derivaron en desincentivos para la producción y la faena, lo que terminó encareciendo aún más el producto.
- Precios desbordados: La carne vacuna lideró la escalada de precios, aumentando más del 400% en algunos cortes, muy por encima de otros alimentos básicos.
- Cambios en la dieta: Las familias han comenzado a reemplazar la carne por proteínas más accesibles como el pollo, los huevos o los embutidos, alterando costumbres profundamente arraigadas.
El gobierno, entre la autocrítica y las explicaciones externas
Desde el Ministerio de Agricultura, se atribuye parte de la caída a la sequía y la volatilidad de los mercados internacionales. Aunque se reconoce que el alto costo de vida afecta directamente al consumo, la respuesta oficial sigue siendo vaga.
“Estamos trabajando en programas de inclusión alimentaria para garantizar el acceso a alimentos proteicos, incluida la carne”, afirmó el ministro recientemente, sin precisar plazos ni medidas concretas.
Incluso dentro del oficialismo hay voces que admiten que las políticas de control de precios generaron más problemas que soluciones. “Tuvimos que intervenir para evitar aumentos abruptos, pero quizás no se midieron bien los efectos secundarios”, reconoció un diputado del partido de gobierno.
Expertos advierten que la recuperación del consumo no llegará sin un cambio profundo. Federico Alcaraz, investigador del INTA, resume la preocupación del sector:
“La Argentina sigue teniendo una calidad de carne única y un gran potencial. Pero si no hay mercado interno fuerte y confianza en la política, seguiremos viendo caer el consumo”.
Mientras tanto, la imagen del asado, el ritual del encuentro y el aroma de la parrilla persisten, aunque para muchos argentinos ya es más nostalgia que realidad.